Tuesday, August 16, 2005

Érase

una vez una casa perversamente alta, que exhibía sin pudor alguno -colmada de indecencia- una ventana obscenamente abierta ("abierta" es una de aquellas palabras que frecuentemente sugiere connotaciones impúdicas) en la cima de la pared frontal {ahora que lo recuerdo, la ventana no estaba abierta; lástima}.
Un caballero alegre, feliz y campante -con la campancia de quien no ha dormido bien, muere de dolor en las amígdalas y es corroído por el odio que desencadena la frustración que conlleva el desagrado que siente por su profesión [excelsa oración múltiplemente subordinada]- tenía el deber de limpiar, lijar y aislar (a estocadas de trapos, lijas y brochas) la madera de aquella ventana impura, deber que disponíase a cumplir con el heroísmo acostumbrado de todas sus pintorescas hazañas (como en aquella aventura no sexual con aquella planta infernal).
La situación era difícil. La temible y ruín escalera de 32 pies habíase elongado casi al máximo (¡por poco y pesa más que yo! Extendida, NO puedo despegarla de la pared yo solo, ni siquiera jalándola y dejando caer todo mi peso hacia atrás).
El caballero -scraper, sandpaper, brush & cutcan full with primer en mano- escalóla rebosando valentía y, en un acto de superlativa audacia, ascendió hasta el penúltimo peldaño.
Las nubes grises y el viento colérico demandaban sangre con gritos de odio. Nuestro héroe sabía que la naturaleza urdía planes en su contra, pero esto era muy poca cosa como para siquiera inquietar, ni aun al grado más insignificante, su férreo temple.
De pronto, la traicionera escalera resbaló casi una pulgada; Gérardaillán, a metros y metros sobre el suelo ¡no estaba sontenido de cosa alguna!...

Continuará...

2 comments:

Anonymous said...

Maravillosa manera de describir alguna estupidez que has de haber hecho al subir o poner esa escalera... jaja.


Tristemente, todos sabemos el desenlace último de tu historia épica de heroísmo y pintura. Y digo tristemente no porque sepamos cuál es el final, sino porque el final no incluye el cerebro de Gérardaillán esparcido por el suelo ni la sed de sangre del aullante viento satisfecha.

Espero que por lo menos haya 30 muertos en la historia (al menos 16 de los cuales deberán ser de Etiopía y no estaría mal que 2 o 3 fuesen uruguayos...).

Dios Dios said...

Entrad, falaz, a mi maravilloso blog traído por los ángeles del apocalipsis (ya que no tenían nada que hacer, les pedí que lo trajeran): diosdios.blogspot.com